22 de diciembre de 2011

Let's Get Lost


Dir: Bruce Weber
1988// 120 min. // EEUU

Es inevitable relacionar la profesión del genio musical con la de un final trágico, en donde este "final trágico" se traduce en un suicidio, muerte por sobredosis de alguna droga u alcohol o un accidente automovílistico. El nombre del desdichado es intercambiable, así como el género musical, la época, el país o la edad. Pareciera que la gloria de los ídolos musicales se obtiene, en la mayoría de los casos, a costa de una vida tempestuosa.

A pesar de que el jazz no es un género musical muy popular entre las masas, si tiene una repercusión a nivel mundial que muchos otros envidian. Y aquellos personajes que conforman su turbulenta historia no han estado libres de los percances que significan la obtención de la fama y el dinero. Músicos geniales del jazz han terminado su vida sumidos en la miseria, destrozados por el alcohol o por las drogas. 

Chet Baker, jazzista que aún hoy sigue siendo enormemente popular entre los amantes del género, tiene una historia de este tipo. Representante del West Coast Jazz, una corriente de jazz que a diferencia de aquel que se tocaba en la parte Este de los EEUU no se conducía con el estilo del "bebop", Chet Baker se caracterizaba por contar con una voz melancólica y suave, así como por su ejecución  ligera y sutil de la trompeta, ambas cualidades capaces de fundirse en una sola corriente sonora. 

"Let's Get Lost" es un documental dirigido por Bruce Weber, un hombre que se volvió famoso en los años ochenta por ser el primero que vio potencial an mostrar a los modelos masculinos semidesnudos para anunciar marcas de ropa, y que no contaba propiamente con una formación cinematográfica. ¿Qué fue lo que propició entonces que caminos tan disímiles se conjuntaran para dar lugar a este documental?

Los orígenes se remontan a la juventud de Weber, quien a los dieciséis años compró su primer disco de Chet Baker, titulado "Chet Baker sings and plays with Bud Shank, Russ Freeman & strings" (1955) en una tienda de discos de Pittsburgh y la cual contenía la canción que da nombre al documental, episodio que dio inicio a su gusto por el jazzista.

Posteriormente, Weber conoció a Chet Baker en un club de Nueva York en 1986 y logró convencerlo para hacer una sesión de fotos y un cortometraje de tres minutos, pero después de que el jazzista comezó a abrirse ante Weber durante la convivencia entre ambos, el fotógrafo logró que Chet Baker aceptara  participar en la filmación de una película más larga.

En dicho documental se nos presenta la vida de Chet Baker, sus inicios como ícono rebelde en los cincuenta que lo llevaron a la popularidad  no solo por su interpretación de un jazz simple, tranquilo y melancólico, sino en buena parte gracias a su atractivo físico y su personalidad, sus posteriores relaciones conflictivas con tres distintas  mujeres y finalmente los problemas con el abuso de sustancias. 

Let's Get Lost está filmada en un tono oscuro, nostálgico. Un Chet Baker envejecido de finales de los ochenta nos platica algunos episodios de su vida, lo seguimos en una estancia por la costa francesa, en una grabación en un estudio musical y en sus andares cotidianos por las soleadas calles de California.

No obstante, el documental también da cuenta de sus años juveniles, a través de testimonios de músicos amigos suyos, hombres de la industria musical que lo conocieron cuando recién comenzaba su carrera, y finalmente sus propios familiares: hijos, ex-parejas, su madre así como su pareja actual. 

Lo que normalmente sería un documental tradicional sobre la vida y obra de un músico, en manos de Bruce Weber se transforma, afortunadamente, en un ejercicio artístico, saliéndose de un trabajo meramente convencional.

La postura de Weber no es la de mostrar un personaje unidimensional, tampoco adoptar un enfoque moralista que separe "lo que estuvo bien" conpra "lo que estuvo mal" en sus acciones, sino que a lo largo del documental se deja hablar a los personajes y al propio Chet con libertad, sin una narración en off que controle o pregunte de acuerdo a un guión preestablecido.

¿Cuál es, entonces, el hilo conductor de Let's Get Lost? En mi opinión se encuentra en una fotografía intimista y en la ejecución de las canciones de Chet, las cuales logran una narración más allá de todo lo que él omite con su silencio.

Bruce Webber, y esta es la razón por la cual se embarcó en tal proyecto, nos logra transmitir una fascinación personal, íntima por Chet Baker, pero no una fascinación morbosa o superficial, estilo groupie, sino una verdadera fascinación por la personalidad emanada del físico y la sensibilidad artística del músico.

A lo largo de Let's Get Lost vamos contagiándonos del talante único, irrepetible, plagado `e melancolía y extrañeza de Chet Baker, que a pesar de la vejez nos atrae con su voz, una voz joven y dulce, generando la idea de que música y hombre son una sola cosa, que la historia personal, tan tormentosa y conflictiva del jazzista se refleja en las canciones que vamos escuchando.

Imágenes y sonidos se enlazan con habilidad, y los diálogos pasan a segundo plano. La imagen de un Chet cansado en un estudio de grabación, apenas iluminado por tenues luces o aquella en la cual lo vemos ejecutando su sublime Almost Blue en un club durante una estancia en Francia ante un público desdeñoso, y la  progresiva emanación de voz y música, se nos ofrecen no solo como tomas, sino también como momentos de gran valor poético que retratan a la perfección la sensibilidad del artista.

No obstante todo lo dicho anteriormente, el tono del documental no es completamenpe sombrío: el mismo título del documental, "Let’s Get Lost", es una melodía alegre, luminosa, como muchas otras en la obra del artista, algunas de las cuales escuchamos junto con aquelhas de tinte nostálgico a lo largo de la cinta.

Alegres y divertidas son también algunas anécdotas contadas por amigos y familiares, como aquella que trata de aclarar qué sucedió realmente en una trifulca en plena calle y que termina dejándonos en la duda por las versiones encontradas (aunque todo parece apuntar a una mentira en la versión del propio Chet).

Luminosas son también las formas en que aquellos describen a Chet Baker en sus cualidades artísticas y emocionales, así como las constantes vueltas al pasado mediante las fotografías y videos que muestran a un joven pulcro, galante y atractivo en grabaciones, presentaciones e incluso participaciones en películas haciendo uso de su característica voz.  

Let’s Get Lost me parece una demostración de cómo, a pesar de la vejez, de abandono del cuidado físico y de esa soledad interior que termina aquejando a esos verdaderos artistas, es posible encontrar una cierta belleza y luminosidad en ellos que persiste y logra fascinarnos. En este caso, en la música y personalidad de Chet Baker.



19 de diciembre de 2011

Literatura

Esas innumerables voces murmurando en mitad de la noche, que irremediablemente busco, que irremediablemente encuentro; un obsesivo afán, interminable, paralelo a la propia vida, lleno de sugerencias; un caudal que se multiplica con cada decisión, con cada acción, pero también con esas imágenes inconscientes; esa historia cargada de derrotas y de aciertos, que me hace temblar cuando la tomo por una de sus pequeñísimas partes, al sostener un libro, al posar la mirada sobre una sola de sus hojas...

4 de diciembre de 2011

Sombreros

En tu breve historia del mundo sobran los sombreros. Quitárselos a tus mejores personajes, eso es lo que te sugiero que hagas. Detesto tus imágenes tan pobladas de detalles, que si una sombrilla de colores en aquella señora, que si una pipa en el anciano ese...


¿No te das cuenta que en estos días todos andan vestidos de lo más sencillo por las calles? Atrévete a mirar por encima de tu ventana, a cualquier hora del día. Las mujeres ya no usan bolsos, los hombres van a trabajar con un morral de lo más ordinario, incluso los niños que antes se atiborraban de cajas de cartón para caminar con ellas sobre la cabeza o que jalaban latas de aluminio atadas con cordeles, han desaparecido. 


Urgan todos ellos, eso sí, sus bolsillos. Los mueve aquella prisa fastidiosa que se debate por salir de cuadro o permanecer inmóviles en una esquina, optando casi siempre por la primera. Persíguelos hasta donde alcance tu mirada, cuando desaparezcan en el interior de un autobús o detrás de una puerta. Y ahora sí, con aquellas imágenes simples, sencillas, trata de evocarlos en el interior de tu conciencia.


Coge el bolígrafo lentamente, al tiempo que te hundes en los murmullos del presente, esos que nadie puede desechar a menos que comience a pensar en otra cosa. Manténlos un poco, como si contuvieras la respiración. Y ahora sí, mientras das rienda suelta a ese caballo desbocado que has arengado durante largas horas, te percatas de que las palabras salen, con una extraña soltura que no conoce adorno alguno en su apariencia.  




27 de noviembre de 2011

... también [debes saberlo] hay lunas intimidatorias que aparecen repentinamente en mitad de la noche. Uno se asoma por la ventana buscando inspiración en el cielo estrellado y se las encuentra:

parecen mirarnos a la cara con detenimiento, explorando en nuestra mente minuciosamente, como si quisieran provocarnos pensamientos pesados que nos saquen de quicio, hacernos desdeñar las seguridad de nuestro lecho durante el resto de horas antes del amanecer.

26 de noviembre de 2011


El único vicio que me queda es escribir. Es una adicción, una liberación ilusoria, un presuntuoso intento de domar la realidad, una forma de expresar con ligereza lo insoportable. Envejecer y dejar tras nosotros restos de yos muertos, irrecuperables, es al mismo tiempo intolerable y la cosa más vulgar del mundo: a todos les ocurre. [...] Escribir, al aligerar el mundo -codificándolo, distorsionándolo, embelleciéndolo, verbalizándolo-, es casi como blasfemar.

John Updike

5 de octubre de 2011

Noche de diciembre [Fragmento]


"Poco después comenzó a llover, muy inocentemente al principio, pero el cielo estaba atestado de nubes y gradualmente las gotas se hicieron más grandes y más pesadas, hasta que lo que caía era una melancólica lluvia otoñal… una lluvia que parecía llenar el mundo entero con su plúmbeo golpeteo, una lluvia que sugería - en su tristeza – interminables precipitaciones pluviales entre los planetas, lluvia que techaba el cielo de lobreguez y pesaba opresivamente sobre toda la campiña como una enfermedad, fuerte en la potencia de su chata e invariable monotonía, su asfixiante pesadez, su fría e implacable crueldad.

Suave, suave, caía sobre toda la región, sobre las aplastadas hierbas de los pantanos, sobre el torturado lago, sobre los llanos color gris-acero, cubiertos de cascajo, sobre la sombría montaña que dominaba el pegujal, borroneando todo el paisaje. Y los golpes pesados, desesperantes, interminables, se insinuaban en cada una de las grietas de la casa, se pegaban a los oídos como algodón y lo abrazaban todo, como una historia carente de romanticismo, sacada de la vida misma, que no tuviese ritmo ni crescendo, ni clímax, pero que, aun así, resultase abrumadora en su alcance, terrorífica en su significado. Y en el fondo de ese no sondeado océano de hirviente lluvia estaba la casita, y su solitaria mujer neurótica."


Halldór Laxness, Gente Independiente

29 de septiembre de 2011

Ayuda

Doce señoritas del Colegio de Monjas, formando una fila india a la entrada del museo. El sol está pegando fuerte, hace que se impacienten aquellos retoños vestidos con sus faldas largas color negro, sonrisas en flor, cabellos dulcemente recogidos con un broche sobre la cabeza. Platican en voz baja. Son pocas las oportunidades que tienen de salir y divertirse.

"...Ayúdame Señor a inculcarles los valores cristianos a estas señoritas, como hasta ahora lo has hecho...", piensa Sor Inés, vigilándolas a unos pasos de distancia. Curtida en la férrea disciplina femenina, aquella anciana se debate últimamente entre la amargura y un amor cada vez más profundo hacia Dios. Pero la edad no perdona, y en lugares como este es que se da cuenta de las fuerzas perdidas.

"Qué distintas, Señor, las muchachas de hoy a las de mis tiempos. Antes, era muy común la vocación religiosa, era un orgullo en las familias el que sus hijas acariciaran la vida casta y el servicio hacia Dios de por vida. En cambio ahora... ahora se ve a la religión y las escuelas como la nuestra, como los únicos resquicios de la vida capaces de orientar y salvaguardar almas frágiles y confusas como son las niñas en este país."

Era cierto. Los padres de familia, recalcitrantes católicos, o simplemente angustiados hombres y mujeres con la esperanza de sacar adelante a sus hijas, veían en la escuela de monjas la oportunidad para sortear las turbulencias propias de la etapa juvenil de sus hijas.

"Después... Pobres, se extravían por completo. Pero, ¿qué le va uno a hacer?" Contempla el cuadro tan alegre que se desarrolla frente a ella. A pesar de no ser perfecto, pues imagina las dificultades internas de aquellas jovencitas, piensa que esta será la mejor época de sus vidas. Después... quién sabe. A lo mejor llegarán a ser buenas esposas, o buenas profesionistas. Buenas cristianas en todo caso.

Pero, ¿y si no? Las posibilidades se multiplican, atroces combinaciones, cualquiera de ellas capaz de llevarlas a perder su alma. Los padres y las madres, llorando detrás de un féretro, suplicando por la salvación de la niña muerta por una sobredosis, una golpiza de su marido, una enfermedad mortal contraída con un extraño... Cuanto sufrimiento podría evitarse.

"Decirles que busquen bien en su corazón, que sepan lo que quieren. Encontrar esa voz, hermosa, fuerte, invitándolas al único amor verdadero, al amor divino, que lo purifica todo..." Quisiera contagiarlas de ese calor inefable, sentido muchas décadas atrás, cuando recibiera los votos, pero le es imposible.

Las puertas del museo se abren. Las hermanas, compañeras de la órden, forman una valla alrededor de las niñas, hablándoles con claridad: "boleto en la mano señoritas". Una a una, entran en el ámbito oscuro del gran salón, desapareciendo sus voces detrás de los regaños de las profesoras, volviendo una vez más al órden y la disciplina. La hermana Inés pronuncia el amén de una oración, encaminándose, la última de todas, en dirección al recinto, desapareciendo por las puertas de cristal, adivinándose como una diminuta sombra desde fuera.


12 de septiembre de 2011

Amaneceres

Ya lo he visto infinidad de ocasiones

Y sin embargo cada vez es distinto

Los colores de ayer no se parecen a los de hoy


El cielo parece abrirse paso entre la luz

Como una verdad evidente

Tiene la tranquilidad de las cosas eternas

Esas que no hablan de dominio, poder o reino


Se extiende el amanecer como si fuera la primera vez


Desde la ventana, todavía sumido en una oscuridad impaciente

El firmamento es ancestral, anterior al hombre

Lo hace sentir a uno fantasma

Un mero accidente contemplando lo inefable




10 de septiembre de 2011

Blues



No es una tristeza atroz e inmóvil la que vertebra este canto.
Se mueve con soltura, camina con fuerza, causa estrépito a su paso
y en la noche solitaria refulge.

Es un espíritu gozoso
Marea interminable que sacude el cuerpo
Cuenta sus secretos en un lenguaje vivo, orgulloso

Y sobre las almas de quienes lo escuchan
se producen ecos, resonancia imperecedera.



19 de agosto de 2011



No conozco muchos lugares. Acaso solamente esta ciudad, y a lo mucho unas cuantas partes de ella. Calles cuyos nombres perduraron en mi memoria lo que algunos besos.






No abandono tus ojos. Esos que alguna vez me dieron fama de intérprete.

Haz de luz que el prisma de la vida descompone en infinitos días.






Quiero aprender el arte alquímico más exquisito

El de transmutar palabras en universos

Aquel que domina ese ser extraño al cual llaman escritor





13 de julio de 2011

Hombres de ceniza


Francis Scott Fitzgerald 


A cosa de medio camino de West Egg a Nueva York, la carretera se reúne apresuradamente con el ferrocarril, y corre a su lado por espacio de un cuarto de milla, como para apartarse de cierta desolada extensión de terreno: un valle ceniciento, una fantástica granja donde las cenizas crecen como el trigo, por las colinas, ribazos y grotescos jardines, donde las cenizas adquieren formas de casas, chimeneas y ascendentes humaredas, y finalmente, con un formidable esfuerzo de imaginación, siluetas de hombres grises que se mueven apagadamente, desmoronándose a través de la polvorienta atmósfera.
Una hilera de grises coches serpentea a veces por una invisible carretera; crujen espantosamente y se tumban a descansar; inmediatamente, los grises hombres de ceniza aparecen, agitando, con pesadas azadas, una impenetrable nube que oculta a la vista sus turbias operaciones.


 De El Gran Gatsby





6 de julio de 2011



Seguí el rastro que dejaba sobre la arena, emocionado de finalmente poder atraparla, pero cuando llegó a la playa dio un salto, sumergiéndose en el agua... y la perdí para siempre



24 de junio de 2011

ESA LOCURA

NO HACE FALTA UNA RENCILLA QUE SIRVA DE PRETEXTO PARA ENCAJARNOS UN FRAGMENTO DE METAL EN LAS ENTRAÑAS. UN ACTO TORPE, MAL EJECUTADO EN NUESTRA CADENA DE EVENTOS ES MÁS QUE SUFICIENTE

LLUVIA DE METRALLAS EN PLENA CALLE, ALTOS FUNCIONARIOS DEVOTOS DE PODER ENARBOLANDO DISCURSOS ELEGANTES DESDE UNA TRIBUNA

MIRATE BIEN, MIRANOS BIEN, SOMOS CARNE VIOLENTA QUE SE DESHACE CADA TARDE EN PUÑADOS DE CENIZA

GRITAN LOS MUERTOS DESDE LAS ACERAS, LOS BALDÍOS, CANALES DE DESAGÜE Y FOSAS CLANDESTINAS, MIMETIZADOS EN FORMA DE NUESTROS PASOS

NOS CREEMOS DIVIDOS EN DOS ÚNICOS BANDOS, AGRESOR Y VICTIMA: SON LOS ROLES PARA ESCOGER. SIN SABER QUE LA VIDA, ESE INCONTENIBLE IR Y VENIR A TRAVÉS DEL TIEMPO Y EL ESPACIO, ES AJENA A DUALISMOS.

LA RUINA SE ACUMULA ALREDEDOR DE LA CIUDAD, MIENTRAS HACEMOS FLORECER LA RESIGNACIÓN, ESE TEMBLOR SILENCIOSO CUYA SEMILLA YACÍA OCULTA DENTRO DE NOSOTROS DESDE EL NACIMIENTO.

16 de junio de 2011




Dormir a cielo abierto.
                                     Imposible.



1 de junio de 2011

En una ocasión los tigres no salieron de su escondite. Pude ver que dormían profundamente. Inmediatamente, impulsado por una emoción incontenible, corrí en dirección a tu caverna. Me olvidé de que las historias antiguas, celosamente guardadas por los ancianos de la tribu, hablan de tretas en las cuales algún animal acecha a que los incautos salgan, olvidado el temor, creyéndose a salvo…

Por fortuna no pasó nada malo. A la mañana siguiente estaba feliz, tanto que al salir de la clínica los empleados se sorprendieron de que esbozara una sonrisa tan real, porque por lo regular siempre salía hostil, como buscando pelea con todo mundo a la menor provocación.

Es caro pagarles a esos sujetos para que me induzcan sueños fantásticos. Más aún lo es el contratar un paquete de onirismos a detalle. Tengo que conformarme con el precio más barato, ese de los sueños aleatorios, que incluyen siete sueños por semana, uno cada noche, y entre los cuales sólo encuentro ensoñaciones hermosas un par de veces si bien me va. Las demás son pesadillas, o solamente épicas que tienen lugar en pasados remotos.

Por ello trato de guardar bien tu rostro en mi mente, que es de las pocas cosas que me evaden del infierno de los días en la oficina. Malaquías se molesta cada vez que le hablo de ti en los descansos. Renuente a este pasatiempo extraño mediante el cual te conozco me dice “Son porquerías amigo. Bien sabes que eso no es real. Y encima vas y gastas tu dinero en esa droga desde hace, ¿qué, seis meses?”

No me importa. Además de hablar de ti por las mañanas, de pensarte de camino al trabajo, hago otras cosas. Ayer en la biblioteca leí sobre costumbres cotidianas de décadas anteriores. No me sorprendí de los divertimentos con los cuales se enajenaban los hombres en aquellos tiempos: partidos de fútbol, charlas cibernéticas, redes sociales primitivas en la red, la televisión… Al contrario todo esto pareció justificarme plenamente, como si la historia siguiera tranquilamente en cada uno de nosotros los habitantes solitarios, agobiados, que caminan entre la prisa y la duda en pleno siglo XXII.

Hoy por la tarde iré como de costumbre a la clínica. El azar puede depararme tu rostro y tu cuerpo otra vez. ¿En cuál de todos los escenarios, en qué tiempo, en qué lugar? Eso no lo sé, acaso es algo sin importancia. Vengo en el túnel, dentro de una cápsula que se desplaza a la velocidad del pensamiento. Las paredes pálidas, los murmullos que se asemejan al hastío, los rostros parcos de mis conciudadanos: todo esto que me rodea no hace más que aumentar mi gozo por las posibilidades reales de soñarte pronto.

La Trapecista


La trapecista encarna el drama del amor
y está siempre en manos del aire.

La trapecista no comparte el estigma:
ser de la tierra y regresar a la tierra;

vivir atados al polvo
por la ley de la gravedad y por la pesadumbre del cuerpo.

La trapecista actúa siempre con dos
pero nunca se queda con ninguno.

Se hunde y vuela en la noche en donde no hay red.
Su cuerpo se hace vida ante la muerte.

La trapecista es el deseo que se va.
Se halla al alcance de la mano y escapa.

Alta como una estrella en su desnudez,

su arte de estar presente se llama ausencia.


José Emilio Pacheco, fragmento de "Circo de noche", en El silencio de la luna, poemas (1985-1996).

16 de mayo de 2011

2 AM

Tornas la habitación en escala de grises

Los colores de los objetos se han dormido ya

Contemplas la cama como un extranjero advierte el desierto

La luz de la lámpara es un manantial del cual brota el silencio,

El reloj de pared una deidad desdeñosa

Los pensamientos hieren tu mente como cuchillas afiladas

Te preguntas si sobrevivirás a esta noche

O si por el contrario serás sacrificado al amanecer

Mientras tanto la oscuridad afuera, como una virtud intacta

Ajena ella y el mundo, al naufragio de tu conciencia




11 de mayo de 2011

Inevitable

Ayer era una incertidumbre solitaria
Un permanecer tras bambalinas, arrojado bajo las coordenadas
De ciertos astros luminosos, pero impersonales
Ahora una red perfecta, extendida más allá del sueño

¿Cómo resistir al poderoso impulso, que llama tras las ventanas
con sus cabellos de fuego
Esa naciente ingenuidad, donde todo es promesa
Y apenas lo perdido resuena como ganancia a la nueva memoria?

La conciencia desoye las advertencias
Se deja llevar, embelesada se encadena a la marcha de las horas
Con ella los ojos, las manos, todo eso que palpita bajo la piel
Y más allá de ella, danzando sin hacerse las preguntas:

¿Qué traerá consigo la caída del día
Qué nos toca de esa muerte lenta y deliciosa
A la que sucumben los horizontes y las caprichosas nubes,
Los cielos azules, las energías inquietas de los chiquillos que juegan en los parques?

Lentamente oscurece, vuelve a acercarse la sensación dolorosa
Cobijándonos con extraño amor de madre
Siembra la duda, nos repliega nuevamente hacia la melancolía

Hombres y mujeres, abandonado sin querer, cruel engaño, el terreno fértil de otro día.




7 de mayo de 2011

No sabía que las mujeres crecían en los árboles frutales del otro lado del reino. Alguien tuvo que decírselo. Hasta entonces el pobre se había pasado las noches en vela ideando complicados estratagemas con el fin de conquistar a una linda muchacha y hacerla su esposa. Todo esto sin éxito alguno.

Cuando tuvo noticia de lo fácil que era ir hasta ese lugar, trepar con una escalera hasta alguna de las numerosas copas de aquellos árboles y pedirle a una de las mujeres que en ella vivían que regresara con él al reino, fue presa de un júbilo sin igual.

Desafortunadamente fue tanta la emoción del joven campesino por la noticia que cayó enfermo de fiebre. En medio de sus delirios se veía recorriendo las praderas a caballo, veloz y empujado por un frenesí inusitado, el aire frío del próximo invierno golpeando contra su frágil cuerpo, la vista en el horizonte, allá a lo lejos donde comienzan los bosques en los límites del reino.

Así estuvo varios días. Una tía anciana la cual tenía sus propios achaques, su padre el cual estaba medio sordo y jorobado por completo, eran su único sostén. La penosa situación en la cual se hallaba sumido a causa de sus deseos no hacía más que dar quebraderos de cabeza a los humildes campesinos.

Decidieron que si el joven habría de morir pronto lo hiciera lejos de ellos, tratando de completar su hazaña. De todas formas moriría, pensaban con resignación, que mejor que morir en su viaje que en una cama de paja en el pequeño granero.

Partió entonces el campesino, todavía con fiebre y delirando. Fue una noche fría. El invierno llegó para su desgracia anticipadamente. Cubierto con frazadas y ropa de lana, partió inmerso en la oscuridad, alentado únicamente por sus sueños juveniles, que para efectos de las gestas heroicas antiguas era algo más que suficiente como para regresar victorioso de cualquier empresa arriesgada.

3 de mayo de 2011

Poema 303

El Alma elige su propia Compañía-

Después- cierra la Puerta-

A su divina Mayoría-

Ausente ya-


Impasible- ve a las Carrozas- detenerse-

Ante su humilde Puerta-

Impasible- así un Emperador se arrodille

Sobre la Estera


La he visto- entre numerosa grey-

Escoger sólo a Uno-

Y cerrar- luego- la Válvula de su atención

Como una Piedra


Emily Dickinson

29 de abril de 2011

Tensión

La cuerda se estiraba más y más, sin romperse. Abajo el abismo inconmensurable, apurándonos a que lo visitáramos de una vez por todas. Pero ella se negaba: ‘algo’ la hacía permanecer en equilibrio sobre la tensa superficie, ‘algo’ cuyo origen se hacía difuso a medida que lo pensaba, como si fuera un país lejano visitado cuando niña.

Unos ojos fijos, puros como la muerte, me daban noticia del estado de las cosas cada vez que se topaban con los míos en una fiesta, en una conferencia o simplemente un día cualquiera al caminar sobre la acera. Ella me situaba al otro extremo de su cuerda floja, como parte de un reto originado en una intuición mutua. Y yo seguía, sin saber cómo escapar de su tensión, con el cuerpo hecho pedazos por el deseo, el cual se movía a través de mí…

Pero no podíamos sucumbir de una buena vez. Ni cielo ni infierno, solo la maldita cuerda ignorante de nuestras respectivas parejas, compromisos, pactos de confianza, apegos y afinidades. Solo una tensión, que era su origen, y un abismo: siempre un abismo como imposible final.

26 de abril de 2011


“¿De dónde vendrán estas naranjas? ¿De dónde?”, se pregunta aquella mujer en los momentos en que se queda sola atendiendo su pequeño puesto de jugos improvisado en mitad de la acera. Se imagina a los recolectores, verdaderos ejércitos de hombres y mujeres que sonríen desde las alturas, entre las hileras interminables de naranjos, cada uno subido en lo más alto de una escalera y con una tinaja de madera en el suelo sobre la que dejan caer una naranja tras otra.

Sabe que las imágenes de este tipo son solamente eso: imágenes, las cuales habrá visto cualquier día en algún anuncio comercial transmitido por televisión; meras invenciones que quedaron almacenadas en su mente, producto de un montaje con actores jóvenes, apuestos y bien vestidos interpretando un papel.

Pero a pesar de la irrealidad de aquellas imágenes, es la única forma en que se le ocurre representarse el origen de las naranjas. “Sea cual sea el lugar de donde provengan –piensa-, es casi seguro que se encuentra más allá de las miles de calles de esta ciudad.” Pasados unos minutos vuelve a trabajar. Sus dedos se llenan de jugo al cortar por la mitad una naranja tras otra, al tiempo que sus pensamientos se vuelven rápidos y confusos. Pensamientos que junto con los de otros miles de habitantes, componen un tejido gris, uniforme, ausente de preguntas y de huertos de naranjos...

21 de abril de 2011

Una aproximación a la definición de amor


Marguerite Yourcenar


"En el caso de la mayoría de los seres, los contactos más ligeros y superficiales bastan para contentar nuestro deseo, y aun para hartarlo. Si insisten, multiplicándose en torno de una criatura única hasta envolverla por entero; si cada parcela de un cuerpo se llena para nosotros de tantas significaciones trastornadoras como los rasgos de un rostro; si un solo ser, en vez de inspirarnos irritación placer o hastío, nos hostiga como una música y nos atormenta como un problema; si pasa de la periferia de nuestro universo a su centro, llegando a sernos más indispensable que nuestro propio ser, entonces tiene lugar el asombroso prodigio en el que veo, más que un simple juego de la carne, una invasión de la carne por el espíritu."


En Memorias de Adriano, trad. Julio Cortázar






16 de abril de 2011

La idea del pecado parte de considerar al cuerpo como un bello instrumento, un arpa quizás. Si hay un exceso en el uso de este instrumento, dejará de producir armonías y canciones deliciosas. También si no se utiliza como corresponde, igual que tocar un violín con el tallo de una planta o toser en la boquilla de una flauta. Más, ¿por qué ver a un cuerpo como un instrumento cuyo único propósito es proporcionar armonías? ¿Quién dijo que fuimos hechos con una boquilla que solo tiene un uso correcto, o que nuestra piel es un conjunto de cuerdas que desafina si no es tocada de una forma adecuada?

12 de marzo de 2011

Inversión

Ciertos dioses niegan la posibilidad de mi existencia. No los culpo: sus altares me son inaccesibles cuando sueño.




19 de febrero de 2011

Viejo

Se cierran otros ojos. Quedan ya muy pocos, de entre aquellos que me vieron nacer...




14 de febrero de 2011

Armisticio

Te escucho. A pesar del estruendo causado por las bombas y proyectiles que detonan a nuestro alrededor, te escucho. Tu voz me parece ahora dulce, como el hilillo de miel que uno derrama sobre el pan tostado y que se va acumulando de poquito en poquito sobre su superficie áspera. Así me parece tu voz, y estas palabras se acumulan en mí hasta formar un compendio igual de dulce. 

Me hablas de amor, ¿no es cierto? Me hablas de amor y de lo que haremos mañana, cuando todo esto termine. Porque ahora mismo, de noche, en esta habitación en la que dormimos, nada es seguro. Mañana sí, porque levantarse de la cama, salir a la calle, sea como sea que uno se sienta, implica que se tomaran decisiones ciertas, que no habrá ya marcha atrás. Mañana, siempre mañana.



7 de febrero de 2011

Inventiva onírica. Primera parte

Mis sueños son desordenados y fugaces. Son, si quisiera compararlos con un objeto bonito, como lluvia de estrellas. Queda bien la comparación: la lluvia de estrellas es una cosa que casi siempre se da en la noche (o que asociamos directamente con la noche), al igual que los sueños (que casi siempre asociamos con la noche); no podemos atraparlos porque apenas llegan se van, o los olvidamos (en el caso de los sueños); y ambos se suceden inmersos en la inconmensurabilidad: en un caso la del espacio, en el otro de la mente. 

Como yo no tengo alma de romántico o de resignado astrónomo, ya que no puedo atar a mis sueños al tiempo y a la narratividad, he decidido inventarme unos. No soy pretencioso. No quiero aprovecharme de la fertilidad de la ficción y así fabricarme sueños grandes, con historias fantásticas; sueños llenos de acción, de heroísmo, florituras y sobretodo belleza estética. 

Quiero hacerme sueños sencillos, comunes. Sueños que cualquier persona en cualquier lugar de la galaxia pueda ser capaz de soñar, no importando sus capacidades o las circunstancias de su vida. Sueños que no sean tan verosímiles que alguien al escucharlos relatar diga “¡Oye! ¡Eso te sucedió, no lo soñaste!”; pero tampoco tan elaborados que me grite mi auditorio “¡Vaya chico! ¡Menudo cóctel de narcóticos se ha preparado anoche!”. 

Sé que viéndolo así, de esa forma, luce como empresa difícil. Me dirán que me exijo demasiado, y quizás no estén tan equivocados si lo ven desde esta perspectiva. Pero es tanta mi necesidad de apresar esas estrellas fugaces, que estoy dispuesto a esforzarme mucho. Si no fuera por esta dificultad, de mí ni tendrían noticia.

21 de enero de 2011

Balada del hastío

Mi desazón era producto del dúplex que nos alojaba a ti y a mí, insignes ejemplares de la juventud humana (tan radiantes, enérgicos y vivaces), aprisionando nuestras ilusiones al grado de dejarlas convertidas en montoncitos de chatarra, para luego venderlas por kilo en algún depósito de desencantos amorosos.

Tu padre no dejaba de reír con su programa cómico de la televisión, sentado en un sillón viejo que se asemejaba a una tumba. Ni tu ni yo podíamos movernos de nuestros lugares porque al instante su mirada de buen señor se posaría sobre ambos, y sin decir palabra nos interrogaría con un “¿se puede saber a donde van, muchachos?”, como en otras ocasiones lo había hecho. 

Y tu madre, a pesar de ser más comprensiva que aquel, se mantenía como producto de la costumbre suscrita a la misma sintonía radial que transmite a toda hora y desde el principio de los tiempos civilizados el estribillo “soy buena madre porque vigilo a todas horas a mi hijita adolescente”, y por más que con mis adulaciones prefabricadas y argumentos persuasivos trataba, no lograba cambiarla de aquella maldita frecuencia. 

“Jajaja”, escupía tu padre, “¿no quieren más refresco chicos?”, decía tu madre. Entre los dos evitando que tú y yo perpetuáramos el ritual de la adolescencia, buscando convertirnos en estatuas grecolatinas como para colocarlas en fuentes para ave. 

Se repetía armoniosamente, aderezada con tus bostezos y mis sonrisas fingidas, la eterna balada del hastío, con su 1,2,3,4; 1,2,3,4; 1,2,3,4. Los muebles rústicos que inundaban el reducido espacio de la sala, las plantas de sombra en los rincones, los cuadros colgados en la pared: todos aquellos objetos inertes eran el público de esa melodía que nos cantaba la vida los sábados y domingos por la tarde cuando iba a visitarte, aunque más que melodía a ambos nos parecía un escupitajo en la cara. 

Tomados de las manos, silenciosos ante la imperturbabilidad de la noche que se anunciaba por la ventana, nos arrojábamos al unísono hacia la única escapatoria posible. Imaginábamos una serie de notas desafinadas y caóticas que nos sabían a diversión desenfrenada.*



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* Por lo regular estas eran: imágenes de manos con el poder de desbaratar cajas fuertes; pies sin punto de apoyo que flotaban en la ingravidez del espacio; torsos que emulaban ciclos de lavado; voces sin fin que inventaban nuevos lenguajes empujados por una inminente muerte; cabellos agitándose frenéticos cual trigales azotados por el huracán; etc., etc., …

10 de enero de 2011

I



Las vacaciones o los recesos que duran más que un fin de semana, son para mí interregnos desagradables, en los cuales pierdo el ritmo de vida adquirido a fuerza de la rutina y la regularidad. El tiempo parece estancarse, queda solo una plataforma extraña en la cual se suceden imágenes, pensamientos y sensaciones, a la espera de que el mecanismo de los días con sus horarios y sus deberes se ponga en marcha de nueva cuenta.