22 de diciembre de 2011

Let's Get Lost


Dir: Bruce Weber
1988// 120 min. // EEUU

Es inevitable relacionar la profesión del genio musical con la de un final trágico, en donde este "final trágico" se traduce en un suicidio, muerte por sobredosis de alguna droga u alcohol o un accidente automovílistico. El nombre del desdichado es intercambiable, así como el género musical, la época, el país o la edad. Pareciera que la gloria de los ídolos musicales se obtiene, en la mayoría de los casos, a costa de una vida tempestuosa.

A pesar de que el jazz no es un género musical muy popular entre las masas, si tiene una repercusión a nivel mundial que muchos otros envidian. Y aquellos personajes que conforman su turbulenta historia no han estado libres de los percances que significan la obtención de la fama y el dinero. Músicos geniales del jazz han terminado su vida sumidos en la miseria, destrozados por el alcohol o por las drogas. 

Chet Baker, jazzista que aún hoy sigue siendo enormemente popular entre los amantes del género, tiene una historia de este tipo. Representante del West Coast Jazz, una corriente de jazz que a diferencia de aquel que se tocaba en la parte Este de los EEUU no se conducía con el estilo del "bebop", Chet Baker se caracterizaba por contar con una voz melancólica y suave, así como por su ejecución  ligera y sutil de la trompeta, ambas cualidades capaces de fundirse en una sola corriente sonora. 

"Let's Get Lost" es un documental dirigido por Bruce Weber, un hombre que se volvió famoso en los años ochenta por ser el primero que vio potencial an mostrar a los modelos masculinos semidesnudos para anunciar marcas de ropa, y que no contaba propiamente con una formación cinematográfica. ¿Qué fue lo que propició entonces que caminos tan disímiles se conjuntaran para dar lugar a este documental?

Los orígenes se remontan a la juventud de Weber, quien a los dieciséis años compró su primer disco de Chet Baker, titulado "Chet Baker sings and plays with Bud Shank, Russ Freeman & strings" (1955) en una tienda de discos de Pittsburgh y la cual contenía la canción que da nombre al documental, episodio que dio inicio a su gusto por el jazzista.

Posteriormente, Weber conoció a Chet Baker en un club de Nueva York en 1986 y logró convencerlo para hacer una sesión de fotos y un cortometraje de tres minutos, pero después de que el jazzista comezó a abrirse ante Weber durante la convivencia entre ambos, el fotógrafo logró que Chet Baker aceptara  participar en la filmación de una película más larga.

En dicho documental se nos presenta la vida de Chet Baker, sus inicios como ícono rebelde en los cincuenta que lo llevaron a la popularidad  no solo por su interpretación de un jazz simple, tranquilo y melancólico, sino en buena parte gracias a su atractivo físico y su personalidad, sus posteriores relaciones conflictivas con tres distintas  mujeres y finalmente los problemas con el abuso de sustancias. 

Let's Get Lost está filmada en un tono oscuro, nostálgico. Un Chet Baker envejecido de finales de los ochenta nos platica algunos episodios de su vida, lo seguimos en una estancia por la costa francesa, en una grabación en un estudio musical y en sus andares cotidianos por las soleadas calles de California.

No obstante, el documental también da cuenta de sus años juveniles, a través de testimonios de músicos amigos suyos, hombres de la industria musical que lo conocieron cuando recién comenzaba su carrera, y finalmente sus propios familiares: hijos, ex-parejas, su madre así como su pareja actual. 

Lo que normalmente sería un documental tradicional sobre la vida y obra de un músico, en manos de Bruce Weber se transforma, afortunadamente, en un ejercicio artístico, saliéndose de un trabajo meramente convencional.

La postura de Weber no es la de mostrar un personaje unidimensional, tampoco adoptar un enfoque moralista que separe "lo que estuvo bien" conpra "lo que estuvo mal" en sus acciones, sino que a lo largo del documental se deja hablar a los personajes y al propio Chet con libertad, sin una narración en off que controle o pregunte de acuerdo a un guión preestablecido.

¿Cuál es, entonces, el hilo conductor de Let's Get Lost? En mi opinión se encuentra en una fotografía intimista y en la ejecución de las canciones de Chet, las cuales logran una narración más allá de todo lo que él omite con su silencio.

Bruce Webber, y esta es la razón por la cual se embarcó en tal proyecto, nos logra transmitir una fascinación personal, íntima por Chet Baker, pero no una fascinación morbosa o superficial, estilo groupie, sino una verdadera fascinación por la personalidad emanada del físico y la sensibilidad artística del músico.

A lo largo de Let's Get Lost vamos contagiándonos del talante único, irrepetible, plagado `e melancolía y extrañeza de Chet Baker, que a pesar de la vejez nos atrae con su voz, una voz joven y dulce, generando la idea de que música y hombre son una sola cosa, que la historia personal, tan tormentosa y conflictiva del jazzista se refleja en las canciones que vamos escuchando.

Imágenes y sonidos se enlazan con habilidad, y los diálogos pasan a segundo plano. La imagen de un Chet cansado en un estudio de grabación, apenas iluminado por tenues luces o aquella en la cual lo vemos ejecutando su sublime Almost Blue en un club durante una estancia en Francia ante un público desdeñoso, y la  progresiva emanación de voz y música, se nos ofrecen no solo como tomas, sino también como momentos de gran valor poético que retratan a la perfección la sensibilidad del artista.

No obstante todo lo dicho anteriormente, el tono del documental no es completamenpe sombrío: el mismo título del documental, "Let’s Get Lost", es una melodía alegre, luminosa, como muchas otras en la obra del artista, algunas de las cuales escuchamos junto con aquelhas de tinte nostálgico a lo largo de la cinta.

Alegres y divertidas son también algunas anécdotas contadas por amigos y familiares, como aquella que trata de aclarar qué sucedió realmente en una trifulca en plena calle y que termina dejándonos en la duda por las versiones encontradas (aunque todo parece apuntar a una mentira en la versión del propio Chet).

Luminosas son también las formas en que aquellos describen a Chet Baker en sus cualidades artísticas y emocionales, así como las constantes vueltas al pasado mediante las fotografías y videos que muestran a un joven pulcro, galante y atractivo en grabaciones, presentaciones e incluso participaciones en películas haciendo uso de su característica voz.  

Let’s Get Lost me parece una demostración de cómo, a pesar de la vejez, de abandono del cuidado físico y de esa soledad interior que termina aquejando a esos verdaderos artistas, es posible encontrar una cierta belleza y luminosidad en ellos que persiste y logra fascinarnos. En este caso, en la música y personalidad de Chet Baker.



19 de diciembre de 2011

Literatura

Esas innumerables voces murmurando en mitad de la noche, que irremediablemente busco, que irremediablemente encuentro; un obsesivo afán, interminable, paralelo a la propia vida, lleno de sugerencias; un caudal que se multiplica con cada decisión, con cada acción, pero también con esas imágenes inconscientes; esa historia cargada de derrotas y de aciertos, que me hace temblar cuando la tomo por una de sus pequeñísimas partes, al sostener un libro, al posar la mirada sobre una sola de sus hojas...

4 de diciembre de 2011

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En tu breve historia del mundo sobran los sombreros. Quitárselos a tus mejores personajes, eso es lo que te sugiero que hagas. Detesto tus imágenes tan pobladas de detalles, que si una sombrilla de colores en aquella señora, que si una pipa en el anciano ese...


¿No te das cuenta que en estos días todos andan vestidos de lo más sencillo por las calles? Atrévete a mirar por encima de tu ventana, a cualquier hora del día. Las mujeres ya no usan bolsos, los hombres van a trabajar con un morral de lo más ordinario, incluso los niños que antes se atiborraban de cajas de cartón para caminar con ellas sobre la cabeza o que jalaban latas de aluminio atadas con cordeles, han desaparecido. 


Urgan todos ellos, eso sí, sus bolsillos. Los mueve aquella prisa fastidiosa que se debate por salir de cuadro o permanecer inmóviles en una esquina, optando casi siempre por la primera. Persíguelos hasta donde alcance tu mirada, cuando desaparezcan en el interior de un autobús o detrás de una puerta. Y ahora sí, con aquellas imágenes simples, sencillas, trata de evocarlos en el interior de tu conciencia.


Coge el bolígrafo lentamente, al tiempo que te hundes en los murmullos del presente, esos que nadie puede desechar a menos que comience a pensar en otra cosa. Manténlos un poco, como si contuvieras la respiración. Y ahora sí, mientras das rienda suelta a ese caballo desbocado que has arengado durante largas horas, te percatas de que las palabras salen, con una extraña soltura que no conoce adorno alguno en su apariencia.