14 de febrero de 2011

Armisticio

Te escucho. A pesar del estruendo causado por las bombas y proyectiles que detonan a nuestro alrededor, te escucho. Tu voz me parece ahora dulce, como el hilillo de miel que uno derrama sobre el pan tostado y que se va acumulando de poquito en poquito sobre su superficie áspera. Así me parece tu voz, y estas palabras se acumulan en mí hasta formar un compendio igual de dulce. 

Me hablas de amor, ¿no es cierto? Me hablas de amor y de lo que haremos mañana, cuando todo esto termine. Porque ahora mismo, de noche, en esta habitación en la que dormimos, nada es seguro. Mañana sí, porque levantarse de la cama, salir a la calle, sea como sea que uno se sienta, implica que se tomaran decisiones ciertas, que no habrá ya marcha atrás. Mañana, siempre mañana.



No hay comentarios: