22 de mayo de 2009

Esa batalla


Se nos ha ido Mario Benedetti, poeta donde la vitalidad y el amor conviven en versos hermosos y prosa vigorosa. Entra así, de manera definitiva al plano de los eternos, algo que por otro lado no le hace falta: ya lo había visitado en sus libros muchas veces antes. Uno de mis poemas favoritos escritos por él lo pongo aquí para honrar su memoria. Descanse en paz señor Benedetti.

¿Cómo compaginar 
la aniquiladora
idea de la muerte
con ese incontenible
afán de vida?
¿Cómo acoplar el horror
ante la nada que vendrá
con la invasora alegría
del amor provisional
y verdadero?
¿Cómo desactivar la lápida
con el sembradío?
¿la guadaña
con el clavel?
¿Será que el hombre es eso?
¿esa batalla?

 
  Mario Benedetti


20 de mayo de 2009

Breve historia de la censura religiosa en la literatura, Primera parte

Durante el periodo de tiempo conocido como "edad media" (que los historiadores suelen agrupar entre los siglos V al XV) surgieron dos instituciones dependientes de la Iglesia Católica que tenían como propósito "salvaguardar la fe cristiana y castigar a todos aquellos que renegaban o atentaban con sus actos hacia ella" incitando, en muchas ocasiones (según la curia romana) a la herejía, al pecado y a la blasfemia.


Estas dos "alegres" y bienintencionadas (porque todo ante los ojos de la Iglesia todo lo que hacía era por el bien del hombre) instituciones fueron: el Tribunal del Santo Oficio, conocido de forma coloquial como la Santa Inquisición; y el Index Librorum Prohibitorum. Del primero no hace falta decir mucho, ya que es bastante conocida su función que desempeñó por muchos siglos hasta hace poco más de dos siglos: castigar directamente a los hombres que eran encontrados culpables por delitos que iban desde la borrachera hasta la blasfemia, pasando por la homosexualidad, el adulterio y la herejía, violaciones de caracter moral y teológico (que en este caso en esos tiempos eran la misma cosa).


También es un hecho por todos conocido que la forma de castigar dichos actos iba desde penas de carácter "ligero" como la humillación y escarmiento público hasta torturas de tipo corporal cuyo fin era muchas veces la muerte, penas atroces que no tiene caso recordar aquí porque hacerlo implicaría una detallada narración descriptiva, la cual se llevaría mucho tiempo.


En cuanto a la segunda institución creada por la Iglesia, la cual es la que nos ocupa en esta ocasión resulta menos conocida entre nosotros (quizás por sus efectos menos "letales") aunque no por eso era menos indigna y cuestionable. Hablo del Index Librorum Prohibitorum como se conocía en latín, el cual puede traducirse simplemente como Índice de libros prohibidos de la Iglesia Católica, el cual como su nombre lo dice era una comisión dirigida por las propias autoridades eclesiástica cuya finalidad era la de vigilar que los libros que se publicaban en los países donde (literalmente hablando) dominaba esa religión, para asgurarse de que el contenido de dichas obras no incurriera en actos perniciosos para la fe católica. Era, pues, un comité de censura por el que pasaba todo libro que se publicara en esos tiempos.


Los textos en los cuales se encontraban cuestiones que comprometían y ponían en peligro el control de la iglesia, en muchos caso cuestionamientos sobre la palabra de Dios, la autoridad de la iglesia o simplemente algo que estuviera un poco subido de tono con respecto a los estrictos cánones de la moral cristiana, eran incluídos en una especie de "lista negra", un índice de títulos que eran encontrados como non-gratos, los cuales eran declarados peligrosos para quien los leyera. Lo que se hacía era, que dado que la imprenta cada vez se popularizaba más y los libros llegaban más a la gente, era necesario tener un control de el riesgo que conllevaba dicha "tecnología".


Por supuesto todo se trataba de defender los privilegios de la iglesia, el poder político de los sacerdotes y los líderes del clero secular que se hallaba constantemente amenazado, como ya mencioné antes. Por ende ambas instituciones (inquisición y el índice de libros prohibidos) eran solo algunas de las muchas formas de mantener a raya al pueblo y e incluso a la nobleza.


Continuará.

11 de mayo de 2009

¿Se puede ser sonámbulo y a la vez ente funcional de la sociedad?



[Desempolvado de mis archivos y reflexiones viejas: ]
Se acerca otra vez el fin de otro año. Ocasionalmente ocurre, y festejamos cumpleaños, aniversarios y una bola de madres que inventamos en el proceso. Cuando uno cumple esa función se dice que se es una persona funcional de la sociedad. Trabajas, comes, te insertas en relaciones sociales de diversa índole, te mantienes sumiso al sistema -que por lo general en cada país es una mierda- y así la vas llevando. Ves el fut, sufres, te emocionas, gritas. Uno se puede salir ocasionalmente de ese ciclo vital. No sé, tal vez madreando a un cabrón de vez en cuando al pasarte de copas en una fiesta porque creíste que estaba insultando a tus ancestros. O porque te dió la gana sólamente. Puedes armarle una infidelidad a tu vieja y ponerte el mundo de cabeza tu sólo y azotarte por un tiempo. De vez en cuando todos hacen más o menos eso. Digamos que hasta ahora eso es lo normal, en nuestro caso los cánones del catolicismo -y no sólo para los católicos- y en general del mexicano son flexibles.

Quizás empieces a ausentarte de las amistades y te recluyas en esa obsesión escolar de fin de semestre que tardaras en quitarte de encima -exámenes finales-, durmiendo tarde por varias semanas tratando igual de memorizar un concepto que explicar como un pendejo hace un montón de siglos ideó un sistema o una función en una tal ciencia. Comes a deshoras, ves feo a todos los güeyes que no se ven inmersos en broncas como las tuyas y te haces un amargado ocasional. Eso es sobrevivir, y digamos que mientras no te ates al ciclo de esa sobrevivencia -irla llevando- todo esta bien. Pasará pronto. Ves a la banda de vez en vez y a la novia -si es que es temporada de fidelidad, por lo regular en tales casos esta temporada no existe-. La tierra gira y gira, los comerciales estúpidos de compañías celulares, los anuncios navideños que te invitan a reventar el gasto en pos de juguetitos brillantes y coloridos, las noticias de decapitados-secuestrados-balaceados-violados-mutilados-trepanados, la final del torneo de fut que tu equipo no ganará... El ciclo vital sigue a los ojos del hombre normal.

¿Pero qué pasa si forzamos las cosas? Me refiero a entrar en la categoría del sonámbulo recurrente. Ese que añora las fiestas con los cuates que no llegan ahora es noctámbulo lector de obras filosóficas o de semanarios sensacionalistas. El otrora bebedor social y adorador del ídolo de porcelana es el que ora visita su correo a altas horas de la madrugada tratando de ver que se perdió del mundo o viendo videos y oyendo música, escribiendo en su blog o en su myspace o en ese lugar purgatorial llamado hi5. Las páginas divertidas de internet, los monólogos y los amigos imaginarios sustituyen al amigo bohemio, al ligue femenino y a la colectividad transtornada en pos del desmadre.

¿Es este sonámbulo un ente funcional de la sociedad, o ha pasado a un submundo en el cual sólo habitan unos cuantos? Uno puede salirse desde el principio, y seguir en el camino de la inercia corporal y la racionalidad -si es que la tiene o si es que la escucha-. Pero si no, ¿qué destino le aguarda al infeliz que osa seguir en el arte del sonambulismo?

Yo no sé ustedes, pero a ese tipo le recomendaría una próxima peda y un desmadre habitual, para que vuelva, aunque sea por un rato a la cruda realidad. Luego podrá volver a su surrealismo madrugado. Digo, ese tipo porque estoy hablando de un cuate mío. Sí, creo que le diré eso. También que vea las estrellas y que se dé cuenta que Kant sea o no considerado el destructor de la metafísica o que los diagramas de flujo existan o no, la tierra igual sigue girando en torno a ciclos estúpidos. Salud compa.
Diciembre 2008

2 de mayo de 2009

El amor en los tiempos de influenza


Tirarse a las compras de pánico en los supermercados, seguir en la indiferencia total, esbozar teorías conspiratorias para tratar de explicar la situación... Hay muchas cosas que se pueden hacer en estos días, ya sea rozando el estatus de obsesivos compulsivos o de personas con sentido común intacto. Y es que las masas siempre reaccionan de manera intensa, y no siempre conveniente y ordenada, ante momentos de contingencia, y ya que muchas veces los medios auxilian a estas reacciones... pues los resultados son variopintos: personas que ven que lo peor está por venir y que no quieren ni salir de su casa, etc, etc.
En mi caso puedo decir que soy una persona bastante razonable, modestia aparte, y ecúanime, que ve en estos días de no ir a clases un gran inconveniente: la acumulación de días perdidos de clase resultará en una acumulación de trabajo en los pocos días que le quedan al semestre actual (en el caso de la UNAM el de febrero a julio).


En estos días que la mayoría de los estudiantes gastan en pasar horas frente a la computadora, me las he visto con una investigación acerca de fray Alonso de la Vera Cruz y la lectura de Sobre el amor: comentarios al banquete obra del renacentista Marsilio Ficino. Además de estas lecturas me he terminado otras fuera de mis obligaciones académicas: El jugador, de Fiodor Dostoievski y El amor en tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez. La primera una brillante exploración al lado egoísta y adictivo que brota del ser humano cuando se enfrenta al vicio del juego; la segunda una lectura que había comenzado hace varios meses pero que había dejado inconclusa sin motivo.
Aquí resaltan dos cosas: mi caracter de ratón de biblioteca (en este caso de la biblioteca de mi cuarto, jeje) y mi afán por sacar algo de utilidad en situaciones que usualmente parecerían no tenerla. (¿Alguien mencionó al absurdo?)


Y hablando de literatura, en una de estas tardes perdidas me vino a la mente el recuerdo dos libros excelentes que tiene unos años que leí. Me refiero a Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago y La Peste, de Albert Camus, obras que resultan fundamentales en dichos autores ganadores del premio Nobel, las cuales muestran metáforas muy agudas sobre la naturaleza humana y el comportamiento de los individuos en las sociedades ante un acontecimiento de grandes magnitudes, en este caso una epidemia de ceguera blanca y la peste bubónica, respectivamente.


Muy poco o nada tienen que ver con la situación actual, las proporciones son bastante desiguales. Lo interesante es el es buen pretexto que resulta en estos días de inactividad echar un ojo a tan buenos exámenes sobre el comportamiento humano ante situaciones adversas.


Por un lado una aguda crítica a la sociedad de Saramago mediante una metáfora de un mundo de ciegos en el cual sólo una mujer conserva la visión: ¿Cuál sería nuestra responsabilidad en un mundo de ciegos en el que sólo nosotros (en los zapatos de la mujer que ve) podemos ver?


Por otro lado la filosofía existencialista de Camus contada por personajes entrañables: Encerrados en una repentina epidemia de peste en una ciudad de Argelia la cual es aislada de inmediato, la convivencia entre todos ellos hará que comiencen a cuestionarse acerca de lo que son en tanto que seres humanos que se encuentran libres a merced de situaciones que no parecen tener una explicación, en que sólo ellos mismos deberán ayudarse para sobrevivir, aprendiendo de sí mismos.


Para quienes sufran de paranoia provocada por influenza les recomiendo una buena dosis de literatura; así por lo menos se distraeran y dejaran de sentirse por lo menos por un buen rato esa sensación de leones enjaulados que cargan desde hace varios días. Salud.


PD. Me tomé la libertad de colocar al comienzo de esta entrada un cartón magnífico hecho por maese Ahumada, publicado en el siempre punzante blog de Sacatrapos, el cual recomiendo ampliamente en todo momento. En especial en tiempos en que el humor parece ser la mejor medicina contra los males que nos aquejan diariamente.