23 de agosto de 2018

Acerca de la lectura de los clásicos. Primera parte





Si de por sí es raro encontrar en la mayoría de las personas (pertenezcan estas al grupo de edad que sea) inculcado el hábito de la lectura, encontrar la presencia del hábito de la lectura de los "clásicos" es algo todavía más raro.

Pero primero, ¿qué entiendo por "clásicos"? Son aquellas obras, que no importando los siglos pasados desde su creación, se mantienen vigentes en su publicación y lectura, pero que además abordan cuestiones fundamentales, yo diría incluso urgentes, a sus lectores. Más aún: estas cuestiones urgentes alcanzan a todos los  tipos de lectores, pues en sus páginas hay algo para todos, ya sean aficionados como especialistas; obreros como académicos universitarios; campesinos de la Rusia zarista que jornaleros en el México post-revolucionario.

De esta forma, libros como El origen de las especies, de Charles Darwin o La Divina Comedia, de Dante Alighieri, a pesar de ser distintos en su tema, lenguaje y vocabulario, son muestras ampliamente  reconocidas de clásicos: libros que se leen época tras época sin agotar su sentido ni pertinencia, la primera porque, por ejemplo, nos plantea una hipótesis sobre la manera en que la vida en la tierra se ha transformado a través de tiempo; mientras la segunda espolea el anhelo de trascendencia humana más allá del plano de lo material, a través del amor, lo poético y lo espiritual.

¿Por qué entonces es raro encontrar lectores de clásicos entre el grueso de la población, si es que su lectura les compete a todos? Debiera de ser el género de obras más requerido, ese que ni siquiera tendría que ser obligado, sino requerido voluntariamente en cada hogar y ámbito de la vida cotidiana.

Empíricamente se constata la rareza: basta con hacer una encuesta en nuestro entorno con la pregunta "¿qué libros has leído durante el último año?", para saber que los clásicos no aparecerán en alto porcentaje de entre las lecturas de los consultados.

Aparecen sí, muchas obras que podrán decirle algo sólo a ciertos lectores, quienes las consultaron incluso por un motivo específico, por citar ejemplos: ciencia ficción en forma de sagas, dramas con finales edulcorados, libros de superación personal, novelas de suspenso para pasar el tiempo y biografías de grandes personalidades en boga. 

Y los que han leído clásicos, ¿quiénes son y cómo llegaron a ellos? Se trata de aquellos que los leen por propia voluntad o personas que son obligadas a leerlos.

De entre quienes llegan por obligación, están los estudiantes de enseñanza media y media superior, como parte de asignaturas escolares. Es habitual el caso de quienes deben leer, porque lo dice el profesor, El Quijote o La Odisea en su clase de literatura/ español/ lectura y redacción/ comunicación.

Algunos de esos lectores encontrarán "algo" que conectará con sus propios intereses e inquietudes, ya sea en forma de una frase, diálogo o fragmento. De esa obligación adquirirán una ganancia: más allá de una calificación cuantitativa podrán haber visto a la obra desde otra perspectiva, aunque sólo sea un atisbo que trascienda más allá del curso, cual si se tratara de la vista de un bello paisaje por una rendija.

Pero los otros, la inmensa mayoría, leerán con la visión impuesta y no podrán liberarse de ella durante todo el texto. Cuestionarán, protestarán y padecerán su labor; el libro clásico será un penosa experiencia que acabará cuando dejen de ver las líneas sobre el papel, pues sólo eso será para ellos: meras líneas sobre un papel idénticas a las de miles de millones de libros; incapaces de ser distinguidas de las que contiene un anuncio publicitario o una poliza de seguros; igual de monótonas y poco atractivas.