15 de abril de 2010

No creo que todas las historias que contaba el abuelo fueran falsas.
- Juliancito, ¿Ya te conté la historia del gigante que vivía en el fondo del lago que se murió de tanto esperar a que regresara su amada, la cual era una reina del bosque?
- No abuelo, cuéntamela.
- Hoy no, mejor mañana. Los martes no puedo contar historias de gigantes ni de reinas.
- ¿pero por qué abuelo?
- Ah, porque la asociación de abuelos contadores de historias, misma a la que pertenezco, acordó en su reglamento las historias que sus miembros podían contar a sus nietos en qué día.
- ¡Ay abuelito! ¡ándale!
- No hijo, porque romper las reglas es algo muy grave. ¿No has oído hablar de lo que le pasó a Jacinto López, abuelo de Manuelito López, al cual se le ocurrió contar una historia sobre duendes y minotauros un sábado, día en que solo pueden contarse historias de faunos y héroes mitológicos?
- No abuelo, ¿qué le pasó?
- Quizás no deba decírtelo tampoco. Fue algo muy terrible.
- ¿Por qué abuelo? ¿Qué le hicieron? ¿Acaso lo partieron en pedacitos, lo convirtieron en escarabajo?
- No, no, no… Es algo que los nietecitos como tú no deben saber nunca, porque también contar acerca de los castigos que se imparten a los desobedientes del reglamento amerita un castigo. Como a Luis Jiménez Larios, el abuelito de …
- ¡Ay abuelo! Lo que pasa es que el día de hoy andas de maldoso. No me quieres decir nada. Te pasas abuelo.
- Como crees hijito, no es eso. La cosa no va por ahí. Mira, te expliqué alguna vez que los abuelitos que no cuentan historias a sus nietos por la noche antes de que se duerman, por una vez que no lo hagan, son también castigados. ¿No te acuerdas?
- No abuelo, para mí que es otra de tus mentiras.
- Acuérdate Juliancito. Incluso una ocasión, cuando me enfermé de gripe y tuve que estar todo el día y toda la noche sin poder levantarme de la cama, guardando reposo y tomando medicinas… al día siguiente de esa noche, en que no te conté ninguna historia… me castigaron.
- ¿Te castigaron? ¿Quiénes abuelo? ¿Los de la asociación?
- Así es, me castigaron.
- ¿Pero cómo abuelo? Si ese día y los demás que siguieron te vi muy bien. Estabas como siempre. No me vayas a decir que te hicieron cargar el mundo a tus espaldas o que te encerraron en un calabozo lleno de serpientes y tarántulas por un día y por una noche completa.
- No, no me hicieron eso. Lo que pasa es que los castigos se realizan en los sueños.
- Y de seguro no me vas a contar el sueño que tuviste, ¿verdad?
- No, porque más bien fue una pesadilla.
- Bueno, bueno. Entonces, ¿Qué historia me vas a contar hoy abuelo?
- Hoy, querido Juliancito, te voy a contar una historia sobre un domador de leones que se perdió en la Luna junto con una bailarina de TAP y de un arqueólogo famoso que andaba pasado de copas esa noche…

Ayer me fui a inscribir en la Asociación de Abuelos Contadores de Historias. En una de las paredes del viejo castillo en donde se reúnen para acordar si es apropiado o no contar historias sobre emperadores genocidas o como descubrir si el nieto está dormido de verdad o solo se esta haciendo, y otras cosas por el estilo, en ese lugar, colgada en un marco dorado sobre la pared, encontré una foto de alguien que yo conocí. Era mi abuelo, y estaba sonriendo. Aparecía dormido, seguramente alguien le estaba contado también una historia en ese momento.

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