8 de enero de 2010

Algo sobre ese río que llamamos tiempo...

Tiempo. Siempre el tiempo. Rio sobre el cual navegamos, del cual no podemos escapar. Aunque el caudal y su curso resultan (en teoría) infinitos e indómitos, nosotros sólo podemos (en la práctica) disponer de un poco de él, lo suficiente como para llenar un insignificante cantaro. El tiempo que todo lo abarca, en donde todo es cierto a la vez que inefable. El tiempo como una luz que, si pudiésemos apreciarla en su plenitud, seguramente podría cegarnos.

Otra vez el año comienza para nuestra civilización. Otro trago más de aquel cántaro que habrá de agotarse por completo. Echamos las campanas al vuelo, felices por celebrar uno año más. Se hacen listas de propósitos, se dejan relucientes las fuerzas de voluntad como si fueran nuevas, planeamos un sinnúmero de cambios que incluyen enterrar el mal sabor de boca que nos dejó el año anterior.

Poco antes de esta celebración, la mayoría de las personas pasa revista al año transcurrido, igual que se hace el inventario de una oficina o se pasa lista a la cuadrilla del regimiento militar. La única intención, creo, es la morbosidad de ver que tan inteligentes o estúpidos fuímos a lo largo de esos trescientos sesenta y cinco intentos por encontrar (o mantener, según sea el caso) la felicidad.

Traen a su memoria tragedias, fracasos, victorias y placeres ya vividos. Algunos constatan, no sin profundos lamentos, que la historia sigue siendo la misma. Que esa listita con propósitos materialistas y espirituales por igual, no se cumplió como se debía. Sigue uno demasiado gordo, demasiado vicioso, demasiado pobre, demasiado mediocre...

"Pero este año no, esta vez si cambiaré", se dicen con renovadas esperanzas, dispuestos a todo con tal de hallarse vanidosos al final del año frente a los pobres diablos que no habrán podido cumplir sus propósitos. Gastaran en equipos deportivos que los ayuden a ponerse en forma, en costosos tratamientos para dejar de fumar, se inscribiran en cursos para aprender inglés y superarse profesionalmente...

Afuera de ellos este girar interminable, este vals cósmico que se ha repetido millones de años. Enormes estrellas que estallan y mueren por todo el universo, nebulosas que se condensan para formar nuevas galaxias, generaciones infinitas de insectos que nacen y mueren por todos los rincones de la tierra...

También alguien que escribe un par de párrafos que mañana serán olvidados, sepultados en el fondo del lecho de este río que deviene majestuoso. En fin, el tiempo que viene y que se va.

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