6 de noviembre de 2009

La grandeza de lo pequeño: Antón Chéjov


Se tiende a pensar que el esfuerzo de escribir una novela es mucho mayor al de escribir un cuento ¿Por qué? ¿Por ser más difícil sostener una trama, una serie de personajes y atmósferas a lo largo de cientos de páginas y páginas que hacerlo en unas cuantas hojas? Si nos llevamos por este criterio no nos quedaría más que inferir lo siguiente: que ser novelista tiene más mérito que ser cuentista.

Varios escritores de talla universal desmienten esta creencia. Me remito, por referir sólo algunos, al galo Guy de Maupassant, el argentino Jorge Luis Borges y el ruso Antón Chéjov; los cuales poseen una obra compuesta por decenas de cuentos y pocas o nulas novelas, sin embargo su maestría narrativa reside precisamente en este terreno que supieron dominar o más bien cultivar (si creemos que la literatura es la cosecha de la palabras en el fértil terreno del lenguaje) mejor que nadie: el del cuento.

Estos cuentistas son equiparables en su obra a la de novelistas y ensayistas, desmintiendo a través de su prosa breve esta falsa creencia de que la novela exige más trabajo que el cuento. Su lectura es la reafirmación continua de que la grandeza literaria en muchas ocasiones puede esconderse en la pequeñez de la extensión de sus narraciones.

Chéjov retrata en sus cuentos a personajes de la vida cotidiana de la Rusia de finales del siglo XIX. A pesar de que nos habla de campesinos, funcionarios, médicos y estudiantes, sus cuentos tienen tramas admirables. Ello porque logra meterse en la piel de estas personas, a través de monólogos que no caen en lo tedioso ni en lo inverosímil.

Muchos podrán adolecer en Chéjov al personaje intrépido y heroico, pero en los protagonistas de sus historias no hacen falta estos arquetipos. Los del autor ruso son hombres y mujeres comunes y corrientes, cuyas vidas son desangeladas, hundidas en la pobreza y la tristeza. Incluso la locura. Este es su mérito: personajes de carne y hueso de su tiempo.

Los desenlaces de los cuentos chejovianos son inesperados. A pesar de que su autor es de corte naturalista (corriente literaria que buscaba emular la realidad de la forma más precisa posible), logra terminar sus obras de una forma que no deja inmune al lector. Emociona, inquieta, sorprende. Los cuentos de Chejov son ingeniosos, y con ellos logra sacarnos de nuestro estado de confort.

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