13 de julio de 2010

Contradictorio


Le dije que la única rebelión que aceptaba seguir era con respecto al principio de identidad o principio de no contradicción. No me entendió. Las explicaciones no me gustan, no por creerme demasiado inteligente para perder el tiempo en ellas, sino por el hecho de que siempre me han gustado los misterios y las sentencias a medias. Pero como era nuestra primera cita y habíamos conectado bien desde el principio, pensé en sincerarme y hablarle de pe a pa en esta cuestión.

Pero en este caso no pude resistirme, por el contrario hablé largo y tendido sobre el asunto. "Las contradicciones, empezé, son algo fundamental en mi vida. Y no por mero capricho, sino por una cuestión relacionada con mi naturaleza, mi forma de ser. Odio la palabra identidad, esto es el hecho de que algo tenga que ser o no ser, pero no ambas cosas al mismo tiempo."

"En el caso del comportamiento humano, en lo referente a los gustos, la forma de ser, de vestir y de hablar, de pensar y de ver el mundo... No me siento cómodo manteniéndome de un sólo lado del río, sino al contrario nado hacia la otra orilla y vuelvo una y otra vez sin ningún remordimiento. Más bien si hoy digo izquierda, de repente hablo de derecha, negro, blanco, luz oscuridad... sin sentirme obligado a dar razones"

Interesada por lo que le decía me preguntó sobre cosas específicas. Una que le quemaba la boca era el de mi forma de pensar contradictoria con respecto a la pareja. "¿La pareja? ¡si si, la pareja! ¡Ah, la pareja! Pues... la pareja también es algo aburrido. Es decir, no el hecho de tener una pareja sino de... de seguir las pautas establecidas en una relación de pareja. Cosas tan simples e insignificantes y también complejas..."

La trampa la sorteé con un sencillo truco, el de cambiar de tema poco a poco. Así me encontré con cotidianidades tales como decirle del hecho de no ir a los mismos bares de siempre sino a los que rayaran en lo chocante unos con otros, de comportarme de forma contraria ante mismas situaciones, de relacionarme con mis amigos de forma que chocara con lo que creían saber de mí... todo contradictorio.

"Si ayer les dije a mis amigos que odiaba a Pearl Jam, hoy les dije que me gustaba mucho. Si deploraba la legalización de la marihuana, los gatos y las flores, los aniversarios del primer mes, las mudanzas por cuestiones de trabajo: ahora estaba a favor de cargar un churro libremente por la calle mientras le llevaba flores a mi madre, tener un felino doméstico en mi departamento, hablarle a mi pareja para recordarle que hace treinta soles empezamos una relación y que me cambiaba al sur de la ciudad para tener nuevos aires. "

Ella se mostró divertida ante mi explicación. Pero se notaba que de un momento a otro, cual tiburón que merodea un bote, la pregunta antes evadida saltaría con las fauces abiertas, para dejarme en un callejón sin salida. Y es que, ¿Cómo decirle que me gustaba cambiar de un momento a otro de rol sólo por aburrirme de ser siempre un simple novio?

¿Cómo decirle que era un loco que gustaba de amanacer con una mujer a lado que había dejado de ser novia para convertirse en amante, luego a extraña en mi camarote de barco, a femme fatale, villana de tira cómica, geisha, amiga con privilegios y luego novia otra vez?

¿Cómo rebelarle que no era sólo yo, uno y siempre uno sino siempre varios, contradictorios todos en un sinnúmero de aspectos los que hablaban con ella en este mismo momento? ¿Cómo... decirle que lo mío no era una simple locura o patología sino mi más íntimo yo... un yo que se alejaba cada vez más de sus semejantes y... y...?

"Me gusta escuchar eso. Eres interesante", me dijo de pronto. Y mi agitación cedió a una indescriptible alegría que comuniqué enseguida, primero con una sonrisa y mirándola fijamente a los ojos, luego con voz clara y sincera: "Que bien... Sin embargo, como podrás comprender... Suelo ser todo lo contrario a eso que te dije que soy." Final perfecto aunque absurdo. Quizás sería la llave para abrir la puerta de sucesivas citas con ella... o quizás no.

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