28 de marzo de 2010

Aire fresco

Prometí que este semestre me metería más de lleno en la universidad. La carrera es algo que descuido con frecuencia, máxime cuando me pongo a leer literatura y me clavo en otras actividades como el cine, la poesía y la música. Pero a quien voy a engañar, soy un tipo inquieto. Mi mente no está contenta con una sola actividad.
Por eso cuando me encontré el viernes por la tarde, arrojado a las mini-vacaciones de semana santa, me sentí un poco aliviado. ¿Aliviado de qué? Quizás de mí mismo. De ese vertedero mental que se me ha estado formando a través de los dos meses de clases que llevo y de lo que vivo cuando salgo de ellas. De combinar las lecturas filosóficas con mis hobbies pseudo-intelectuales:
Las lecturas de poesía (autores rusos e ingleses principalmente); las películas de arte y (otras no tan artísticas); géneros y grupos musicales nuevos; mis proyectos literarios que apunto en una libreta (simples notas o torpes comienzos de unas cuantas hojas por igual). En suma todas esas diversiones raras que la mayoría de mi especie considera como aburridas trivialidades lejanas al mundo real y cercano.
Eso es mi mente, mi mente de los insomnios fatales llenos de todo y a la vez de poco. De cosas que al tratar de contarlas en sus facetas más interesantes, de forma pormenorizada, resultan en verdaderos fracasos. A lo mucho una sola frase o un comentario de algo que me intriga de un poeta y su obra, o de un título fílmico. ¿A dónde va todo eso que asimilo durante el día, todo aquello en que me ocupo por horas? Todos esos fragmentos diversos, ¿Permanecen en algún lado?
Cuando llego a sentarme aquí en la computadora para contarles algo interesante de mi mundo de ideas y pensamientos, de ficciones y realidades tergiversadas, todo se nubla, se pone de cabeza. Estrangulo a la musa pero ella ni se inmuta. Levanto plegarias a dioses en los cuales ni siquiera creo y termino blasfemando en simbolismos torpes. La noción de contador de historias que quiero ser se viene a pique. Pido aire fresco, un descanso que sé que no aprovecharé porque estoy metido en esto desde hace mucho tiempo.
Estoy cansado, si, pero también es cierto que mi mente está más abierta que nunca. Cuando venía derrotado de tantas horas de clase en la Facultad, los ojos cansados, el estómago apenas vertido de lo mínimo necesario, las piernas agotadas, sentado en un asiento del vagón del metro al termino de un día, me preguntaba como siempre el sentido de toda esta sucesión de palabras y de imágenes, sonidos y sensaciones.
Más nunca en cerrarle la puerta a estos extraños demonios que me impulsan a levantarme todos las mañanas, fresco de sueños todavía, para hundirme en días ordenados por otro, siempre otro. Siendo parte de historias que nadie leerá porque estamos todos muy ocupados tomando nuestro lugar en ellas, improvisando los diálogos y ofreciendo las actuaciones más honestas que se hayan realizado por el sólo hecho de ser vivencias continuas. 
¿Cómo aprehender todo ese universo ilimitado, cambiante y lleno de vida y de muerte que amenaza con irsenos a cada instante que lo pensamos y lo habitamos? ¿Cómo tomar una parte tan siquiera significativa, que de una pequeña idea de si mismo, un resumen, una sinopsis? Aire fresco para ordenar, no para hacerme a un lado. Asomar la cabeza un poco, para después sumergirse de lleno, como siempre en este juego. Es un bello sueño que a veces tengo cuando vengo de camino a casa...

1 comentario:

Enazul dijo...

Simpre es bueno un respiro¡¡¡