31 de octubre de 2009

Pequeña melancolía

Solo una belleza me sobrecoge, me hiela la sangre cuando la advierto frente a mí. Es una belleza pacientemente construida, pulida a través de millones y millones de años. Fruto de catástrofes, del paso de vidas; también de numerosas muertes.

Poco a poco va deslizándose, humildemente y por todos lados. Discreta, parece decirnos "lo he logrado, pero no se lo digas a nadie. Es nuestro secreto..." Y se aleja entre la majestuosidad del paisaje, aun entre la tierra o entre los muebles del departamento.

La noche llega y no puedo dormir. "¿Estás ahí compañero?" Es inútil. Hablamos lenguajes distintos. Lo único que nos hermana es ese sentimiento inevitable, la angustia por la fragilidad. Por la insignificancia.


Afuera todo permanece en relativa calma. El silencio del espacio, de las estrellas, las nebulosas y los vacíos inconmensurables. Dormimos por fin, olvidados a nuestras propias bellezas. Dormimos los diferentes insectos. Cada uno en nuestro propio rincón, en algún lugar del espacio.


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