20 de octubre de 2009

Yo aspiro

Tratar de captar la vida de un hombre en un párrafo, sus miedos, sus frustraciones. Lo que nos hermana, lo que puede separarnos. Las preguntas que sólo parezcamos decirnos a nosotros mismos y que se encuentran en lo más profundo de nosotros mismos. Esas que nos importan, que sólo nos importan a nosotros.

Las rabias, las alegrías. Lo que resulta de ese milagroso choque cotidiano con los otros, porque pareciera que el infierno son los otros, aunque repensándolo parezca que no podamos temer nada de un mundo tan regular. Porque nunca terminaran los laberintos ni los murmullos. Porque el corazón de nuestras tinieblas puede permanecer oculto y porque nunca dejaran de doblar las campanas.

Aunque nos parezcan lejanas las urbes belicosas que alguna vez atacaron los aqueos, aunque creamos que estamos a salvo de locuras quijotescas y de vez en cuando nos aseche un terror kafkiano a convertirnos en repugnantes bichos, seguiremos aspirando a las ancestrales veladas en donde todo era mágico y gozoso bajo la luz de la vela, sosteniendo un libro.

Escribiendo o leyendo. Cuando hablo de ellos intento explicarme a mí mismo. Apagar mundos, universos, puntos de vista, latidos... Para de nuevo volver a encenderlos en la siguiente oportunidad que se nos presente. Humilde aspiración. Oh, humilde aspiración.

No hay comentarios: