30 de marzo de 2013



¿Para qué leemos? ¿Leemos para ser felices, por que creemos que eso nos hará más inteligentes, más cultos, más preparados para la vida, por qué así nos inculcaron nuestros padres o algún profesor? ¿O nada más por qué sí?

Confieso que a veces cuando termino de leer una novela, ensayo, cuento o poesía, me invade una infinita tristeza. Esa sensación placentera persiste en mi ser todavía, pero algo también me impele a alejarme del mundo, como si en él no pudiera encontrar algo que me devuelva a ese estado de fascinación, de sorpresa provocada por mi lectura anterior.

 Quiero volver a esa dinámica de imaginación, de creación de mundo y significados, pero necesito pasar también a la relajación, a un estado de abandono, de recobar fuerzas, como después del acto sexual. Si me acercaran otro libro en ese momento, largamente añorado por mí días antes y me pidieran leerlo, seguramente lo aborrecería. ¿Cómo describir aquello?



No hay comentarios: