23 de junio de 2014

Infortunio



No pudo dormir esa noche.
Hasta el día de ayer se había desenvuelto con gracia; su vida era despreocupada, hacía lo que le gustaba y sentía que de ese trabajo obtenía todo lo necesario para ser feliz. Más aún: amaba y lo amaban.

Todo era bueno, pero después llegó esa voz aguda acompañada de una sombra, murmurándole al oído. Se percató de su forma ominosa cuando ya era demasiado tarde. Le había dicho: "oye, ¿ya viste que aquel tiene más cosas que tú y es por lo tanto más feliz?"

Desde aquel momento todo le sabe amargo. Los objetos que le rodean tienen un cariz insuficiente, como si alguien les hubiera extraído gran parte de la sustancia que los conforma, y solo fueran láminas de cartón colocadas a su alrededor que su mano pudiera desbaratar al menor contacto.