Asciendo por los cabellos aún enmarañados, durmientes, de la
ciudad
En el horizonte un sol, también adormilado, se levanta
Y la visión es agua tibia que cae sobre mis ojos en la
sucesión de calles
Mientras sus aceras, inquietas, desaparecen.
Hay un legado húmedo y frío que aguarda en cada esquina
Una mujer en continua fuga que solo puede aprisionar su voz
Detiene con su índice delgado y pálido el rinoceronte cargado
de ansiedades
Aborda, avanza, elige, descansa, todo lentamente
Y este laberinto de marasmos se despierta
poco a poco, cuando ella suspira
poco a poco, cuando ella suspira
Otra vez una silueta dorada, delicada y frágil ha hecho la
hazaña
La urbe milenaria de humo, fuego, polvo, sangre…
Nace para otro ciclo de dominio inmisericorde, después de la
breve tregua en que se hallaba sumergida desde anoche.