24 de junio de 2011

ESA LOCURA

NO HACE FALTA UNA RENCILLA QUE SIRVA DE PRETEXTO PARA ENCAJARNOS UN FRAGMENTO DE METAL EN LAS ENTRAÑAS. UN ACTO TORPE, MAL EJECUTADO EN NUESTRA CADENA DE EVENTOS ES MÁS QUE SUFICIENTE

LLUVIA DE METRALLAS EN PLENA CALLE, ALTOS FUNCIONARIOS DEVOTOS DE PODER ENARBOLANDO DISCURSOS ELEGANTES DESDE UNA TRIBUNA

MIRATE BIEN, MIRANOS BIEN, SOMOS CARNE VIOLENTA QUE SE DESHACE CADA TARDE EN PUÑADOS DE CENIZA

GRITAN LOS MUERTOS DESDE LAS ACERAS, LOS BALDÍOS, CANALES DE DESAGÜE Y FOSAS CLANDESTINAS, MIMETIZADOS EN FORMA DE NUESTROS PASOS

NOS CREEMOS DIVIDOS EN DOS ÚNICOS BANDOS, AGRESOR Y VICTIMA: SON LOS ROLES PARA ESCOGER. SIN SABER QUE LA VIDA, ESE INCONTENIBLE IR Y VENIR A TRAVÉS DEL TIEMPO Y EL ESPACIO, ES AJENA A DUALISMOS.

LA RUINA SE ACUMULA ALREDEDOR DE LA CIUDAD, MIENTRAS HACEMOS FLORECER LA RESIGNACIÓN, ESE TEMBLOR SILENCIOSO CUYA SEMILLA YACÍA OCULTA DENTRO DE NOSOTROS DESDE EL NACIMIENTO.

16 de junio de 2011




Dormir a cielo abierto.
                                     Imposible.



1 de junio de 2011

En una ocasión los tigres no salieron de su escondite. Pude ver que dormían profundamente. Inmediatamente, impulsado por una emoción incontenible, corrí en dirección a tu caverna. Me olvidé de que las historias antiguas, celosamente guardadas por los ancianos de la tribu, hablan de tretas en las cuales algún animal acecha a que los incautos salgan, olvidado el temor, creyéndose a salvo…

Por fortuna no pasó nada malo. A la mañana siguiente estaba feliz, tanto que al salir de la clínica los empleados se sorprendieron de que esbozara una sonrisa tan real, porque por lo regular siempre salía hostil, como buscando pelea con todo mundo a la menor provocación.

Es caro pagarles a esos sujetos para que me induzcan sueños fantásticos. Más aún lo es el contratar un paquete de onirismos a detalle. Tengo que conformarme con el precio más barato, ese de los sueños aleatorios, que incluyen siete sueños por semana, uno cada noche, y entre los cuales sólo encuentro ensoñaciones hermosas un par de veces si bien me va. Las demás son pesadillas, o solamente épicas que tienen lugar en pasados remotos.

Por ello trato de guardar bien tu rostro en mi mente, que es de las pocas cosas que me evaden del infierno de los días en la oficina. Malaquías se molesta cada vez que le hablo de ti en los descansos. Renuente a este pasatiempo extraño mediante el cual te conozco me dice “Son porquerías amigo. Bien sabes que eso no es real. Y encima vas y gastas tu dinero en esa droga desde hace, ¿qué, seis meses?”

No me importa. Además de hablar de ti por las mañanas, de pensarte de camino al trabajo, hago otras cosas. Ayer en la biblioteca leí sobre costumbres cotidianas de décadas anteriores. No me sorprendí de los divertimentos con los cuales se enajenaban los hombres en aquellos tiempos: partidos de fútbol, charlas cibernéticas, redes sociales primitivas en la red, la televisión… Al contrario todo esto pareció justificarme plenamente, como si la historia siguiera tranquilamente en cada uno de nosotros los habitantes solitarios, agobiados, que caminan entre la prisa y la duda en pleno siglo XXII.

Hoy por la tarde iré como de costumbre a la clínica. El azar puede depararme tu rostro y tu cuerpo otra vez. ¿En cuál de todos los escenarios, en qué tiempo, en qué lugar? Eso no lo sé, acaso es algo sin importancia. Vengo en el túnel, dentro de una cápsula que se desplaza a la velocidad del pensamiento. Las paredes pálidas, los murmullos que se asemejan al hastío, los rostros parcos de mis conciudadanos: todo esto que me rodea no hace más que aumentar mi gozo por las posibilidades reales de soñarte pronto.

La Trapecista


La trapecista encarna el drama del amor
y está siempre en manos del aire.

La trapecista no comparte el estigma:
ser de la tierra y regresar a la tierra;

vivir atados al polvo
por la ley de la gravedad y por la pesadumbre del cuerpo.

La trapecista actúa siempre con dos
pero nunca se queda con ninguno.

Se hunde y vuela en la noche en donde no hay red.
Su cuerpo se hace vida ante la muerte.

La trapecista es el deseo que se va.
Se halla al alcance de la mano y escapa.

Alta como una estrella en su desnudez,

su arte de estar presente se llama ausencia.


José Emilio Pacheco, fragmento de "Circo de noche", en El silencio de la luna, poemas (1985-1996).